El hombre que ha dejado de soñar



Y quizás pueda pensar que hemos dejado de soñar…

Despertamos, abrimos los ojos y, quizás, solo quizás, bostecemos por miedo, por la inercia de una rutina que en silencio, nos aprieta, nos ahoga, y nos dice que somos suyos. No dejamos de ser más que simples presos de lo común de lo vulgar, de lo más inerte de aquellos que irónicamente, llamamos vida.

Hemos dejado de creer, de soñar, de pensar con los ojos cerrados. Hemos dejado de dibujar sueños para acomodarnos, y siempre de manera errónea, en lo más absurdo del suelo. Caminamos, no volamos ¿Dónde quedan los sueños? Solo relegados a aquellos que llamamos locos y a los cuales, en silencio, envidiamos.

Porque si algo tiene la vida son sueños y ¿acaso lo mejor de los sueños no es luchar por ellos? Porque da igual si no los cumplimos: nos habremos demostrado que sabemos luchar por ellos y en el camino habremos aprendido tantas cosas que luego podremos usar para alcanzar nuevos objetivos.

Pero el ser humano es cruel: lo sueños sueños son. Porque si los hacemos realidad, aunque antes hayamos tenido que aprender a despertar, dejan de ser sueños para convertirse en nuestros miedos. Y si digo miedo es porque el ser humano, como tal, tiene miedo a soñar. O al menos esa es la sensación: somos miradas vacías en un universo infinito.

Si abrimos los ojos y guardamos la palabra creamos un libro con millones de páginas. Una imagen vale más que mil palabras pero ¿Cuánto vale un silencio? También hablan, también sueñan y como tú, y como yo, también son vulnerables al deseo de poder volar.

Seguiré pensando que el ser humano es un ser absurdo, básico y primitivo en cuanto a conceptos y sueños. Seguiré pensando que por más que pasen los años, siglos y milenios, seguiremos anclados a un estilo de vida ideológicamente cavernario, primitivo y sin apenas diferencias con nuestros antepasados.


Y si tengo que pisar la luna aunque me llamen loco…preparen la camisa de fuerza, el blanco me sienta genial.

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