Somos silencio


Allí, donde no queda la voz…

-Lejos-

-Muy lejos-

Donde la palabra se guarda, y duerme entre los recuerdos más opacos de la alegría. Allí donde el recuerdo vive y nosotros, aquellos que caminamos por la vida y volamos por lo sueños, allí queda el silencio, allí donde las manos hablan y los labios callan, y besan el viento, y esculpen castillos en el aire. Allí donde el silencio es un sonido que recuerda, que nos habla, que nos dice, y que nos hace ver, que simplemente somos frágiles dentro de un universo de acero.

El ruido no es más que una palabra a medias, un silencio que no termina de caminar. Solo somos silencio, no palabras, pues nuestro cuerpo es capaz de decir muchos sin escribir nada. Solo somos esa parte del recuerdo, ese instante en el que nos buscamos cuando marchamos sin decir adiós y nos preguntamos ¿Dónde están aquellos que un día fueron parte de nuestra vida? Y ahí, justo ahí, el silencio crece, y nos hacemos pequeños ante un universo que grita sin decir ni una sola palabra.

Somos silencio, las palabras son caminos que vamos realizando día tras día. Incluso en la noche, en ese espacio de tiempo donde nos hablan las estrellas, seguimos caminando en el silencio. Porque somos capaces de hablarnos, de decirnos, de contarnos, de hacerlo todo cuando estamos en silencio. Pero cuando estamos delante de aquellos que fueron vida, el silencio se difumina, se contrae, y tan solo queda el recuerdo de una palabra no dicha, de un gesto sin nombre, sin palabras, solo con recuerdos que escribiremos en soledad.

Somos la ausencia de palabra, porque tenemos pies y manos para caminar por nuestras acciones. No solo somos capaces de recorrer caminos con nuestros pies, nuestras manos caminan más libres. Pero ellas no hablan, no forman parte del camino del silencio. Porque en ocasiones las caricias, son versos dentro del silencio. Porque podemos ser capaces de estar ante los que queremos y dibujar con nuestras manos todo un universo entero.

Solo somos esa parte ínfima de un todo que un día será solo ruido. Ruido recordado, que nos hará recordar, y mirar atrás, y contemplar cada uno de nuestros silencios, y de aquellos momentos en que debimos nacer en la palabra.

Solo somos eso, somos silencio.


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Volamos (carta a Luneth)


Volamos

Un día crees estar en el punto más álgido  de tu vida, un punto en el que las cosas te van bien, o al menos eso crees, al fin y al cabo la incertidumbre forma parte del ser humano desde sus primeros pasos sobre la tierra. Te sientes bien tanto contigo como con tu entorno. Crees poder sentarte en lo alto de la cima para observar el paisaje, mientras estiras los pies y te relajas.

Caminas a paso firme, sin mirar atrás, porque de hacerlo dejarías de caminar hacia adelante. El futuro es prometedor, el presente parece no importar. La felicidad en estado puro y duro. Tú, en lo alto de tu cima con unos pilares bien firmes, tus amigos, tu trabajo, tus estudios, tu entorno, tu felicidad al fin y al cabo.

Pero un día todo cambia.

Un día, uno de esos pilares se tambalea. Poco a poco, todo se va desmoronando, la cima de tu montaña parece perder el equilibrio, comienzan a fallar el resto de pilares. Comienzas a caer de manera infinita, pues la caída es algo que parece no tener limite. Y llega un punto en el que no te importa caer más. No te preguntas cuando dejarás de caer, te resignas en tu caída y aceptas lo sucedido. Dejas de ver a los amigos, comienzas a pasar más y más horas contando horas con los pies el suelo, cuesta dormir, incluso el silencio parece tener un sentido más duro, te abraza y te hace suyo, simplemente te dejas llevar.

En tu caída no te preguntas nada, lo único que sabes es que caes, que el mundo es un lugar absurdo y sin sentido, al fin y al cabo nunca hemos sido conscientes de porque la tierra gira cada día. El mundo incluso parece un lugar más solitario, solos en medio de una multitud, la parte más humana de la poesía, parece hacerse realidad. Al fin y al cabo todo poema escrito viene de una acción realizada.

Supongo que te extrañará que te escriba, y al leerme recordarás mi nombre, no mi voz, esa incluso el propio viento la desconoce. Me conoces de mis palabras, no de mis acciones, pero a pesar de todo, me conoces, Porque yo, que escribo tú, un día fuimos uno.

En tu descenso sucede algo mágico que quizás no puedas ver: vas dejando atrás todo aquello que te impide volar. Pues caer no es más que eso, volar en una dirección que desconoces, pero que te permite mover las alas o, como sucede en el caso menos poético de la palabra, te permite caminar. Cuesta dormir, lo sé, es algo que he vivido, mientras tu cuerpo busca el camino hacia el descanso, tu mente toma un rumbo totalmente distinto. En ese viaje busca la manera de solucionar los problemas, y lo único que consigues es que todos se agrupen hasta acabar descontrolados.

Quizás debamos mirar los pasos que dimos a la hora de comenzar a subir nuestra propia montaña. Porque nos empeñamos en pensar en el siguiente paso, no el que estamos dando. Porque el ahora es quizás el futuro más valioso.

Un día me dejé caer, y en mi caída aprendí a deshacerme de aquello que no era importante, pues si pierdes algo o alguien y no lo echas de menos a cada instante, es que realmente no forma parte de tu vida. Seamos coherentes: siempre vamos a recordar pero ¿echar de menos? Ser eternos significa que no te olviden, y en este aspecto, todos, absolutamente todos (y todas claro) somos eternos en la vida.

He aprendido a no pensar en el mañana, a pensar en el ahora, en cada momento, y disfrutarlo al máximo aunque sea el gesto más pequeño e insignificante del mundo. He aprendido que por mucho que lo neguemos, la palabra escrita puede traspasar cualquiera barrera. Solo el ser humano es capaz de crear sus propios muros y negarse a derribarlos. He aprendido que hay gente maravillosa en todo el mundo, también hay gente a la cual marcaríamos con silencio. Y nos guste o a lo largo de nuestra vida, vamos a encontrar más gente a la que dar silencio que voz. Pero a esos, nuestra voz debe ser cálida, humana y sobre todo sin ningún tipo de barreras.

El futuro no deja de ser más que una palabra escrita, al fin y al cabo si miramos su cuna, vemos como esta habla de presente. Un día decidí girarme contra mi propio reloj, enseñarle los dientes y rugirle con rabia, un día decidí improvisar mi propia vida, no dejar que un futuro incierto y totalmente desconocido, marcase mi propio presente. Está claro que la vida no es un camino llano, de serlo no aprenderíamos a caminar. Porque cada obstáculo, representa un desafío el cual debemos aprender a sortear. Y cuando lo hacemos podemos mirar atrás y sonreír: hemos aprendido.

Un día me dejé caer, es algo que nunca he negado. Pero en ese viaje descendente aprendí a valorar el ahora, a abrazar aquello que me hacía feliz, a pensar que cada persona no es más que un pasajero más dentro de mi vida pero que su trayecto, no es para siempre. Es por eso que aprendí a cuidar de todas y cada una de las personas que forman parte de mi vida. Debemos ser conscientes de que algún día, marcharán. Pero hasta que eso suceda, debemos cuidarnos, hacernos sonreír los unos a los otros y apoyarnos el mundo nos impida caminar, juntos hacemos un todo alucinante.

Afrontar los problemas con firmeza, una roca se puede ablandar ante una sonrisa. Apoyarse en aquellos que, y sin importar la distancia, están ahí pues caminando entre todos, el viaje por la vida, es más agradable. Pensar en el ahora, no el después. Ser tu quien dirijas tu propia vida y lanzar el reloj que marca las horas, lo más lejos posible. Ser conscientes de que las distancias, solo existen si creemos en ella pues si miramos al cielo, incluso a miles de kilómetros, todos vemos el mismo cielo.

Un día me dejé caer y me di cuenta que estaba equivocado. Me di cuenta que simplemente estaba volando en una dirección que desconocía. Cuando fui consciente de ello me di cuenta que la tierra es redonda y por lo tanto siempre se está en movimiento, aunque en ocasiones creamos estar haciéndolo en la dirección equivocada. El ahora es una palabra tan llena de vida, que realmente no somos capaces de escribirla.

Quizás mi voz no te suene…solo espero que mis palabras sean tu ahora.



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Tu ciudad (caminos sobre el aire)



Cuando me recuerdes…

Me he despedido de tu ciudad, he dejado que las calles suspiren en silencio, he encendido las estrellas para encontrar el camino de regreso al hogar. Cuando todo era un sueño y nada era una palabra prohibida, jugamos a juegos de labios prohibidos, y al hacernos uno, nos fundimos con el universo a los pies de la ciudad. Lo vivimos todo en sus calles, y no pedimos nada, solo ser eternos mientras corríamos por callejones llenos de vida.

Cuando apaguemos la ciudad, recordaremos lo que es vivir. Y quizás olvides mi nombre, y quizás apagues mi fotografía, pierda el color de los besos y olvide la letra escrita. En tu ciudad, mi nombre es tan solo distancia, y yo, simplemente me limitaré a caminar buscando mi propio hogar. En las calles de la melancolía, el recuerdo se guarda entre palabras que no dijimos, entre palabras que no se escucharán.

Tu ciudad guarda secretos, pero no mi nombre. Porque a los lejos parece una ciudad más llena de vida, más llena de calor humano, ese que hacen cada una de las personas, ese que se vive con la boca cerrada pero con las manos llenas. Observo como las ventanas se cierran para silencios internos, yo ya no estaré ahí, mis pasos van en la dirección opuesta al lugar donde durmieron los sueños.

Tu ciudad queda lejos, muy lejos, tanto que solo las estrellas pueden encontrar su nombre. Y me despido, y marcho lejos, buscando una palabra que no sea mía para poder olvidar mi nombre. He dejado el plano de tu ciudad en la mesita de noche, allí donde guardabas mis cartas, allí donde dibujamos tu ciudad. Tu ciudad es un cuento prohibido y yo, con los pasos firmes sobre el asfalto, marcho lejos de tu hogar.

La ciudad duerme mientras los pasos viven. Busco mi propio hogar lejos de las calles de tu ciudad. He arropado tus sueños, no los despiertes, no mientras yo esté cerca, no los quiero, quizás nunca los quisimos. Tampoco quisimos la distancia, y en tu cuidad, esta parece hacerse más y más grande mientras yo me hago más y más pequeño hasta que de mi recuerdo, tan solo quede silencio.

A los lejos tu ciudad parece un mar de estrellas, una ciudad sin nombre, pero llena de recuerdos. Y yo me alejo, guardo mis manos en los bolsillos y mis silencios solo para mí, quizás mañana despiertes y no encuentres mi voz. Tu ciudad no lleva mi nombre, quizás tu lleves el recuerdo del sueño más sensato, yo llevaré el silencio de nuestros labios despiertos. Juntos, allá donde las estrellas nos indiquen donde queda nuestro hogar, quizás recordemos la eternidad de nuestro propio universo.


Lejos, muy lejos, lejos de ti, solo queda el recuerdo de tu ciudad.

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Invierno


Adoro el invierno…

Adoro el calor del lado más humano de la vida, si es que alguna vez llegué a comprender su significado. Adoro el frío, y no solo el de puertas para adentro, el calor forma parte del invierno y yo, me limito a observarlo en silencio, adoro el frio de cristales para afuera, ese donde la gente es abrigo y donde las palabras, no nacen de la boca. Ese que te dice dónde está tu hogar, y donde están tus amigos.

Adoro ver como la ciudad se calma, y parece más tranquila, y los árboles duermen tranquilamente en los parques más ausentes. Adoro ver los rostros de los pasos rápidos, adoro el calor de las manos en los bolsillos, adoro escribir en mi ventana mientras la ciudad parece detener su propio reloj, ese que guardamos en los bolsillos pero que nuestras manos, no quieren sacar.

Adoro el aroma del café recién hecho, pero en invierno, incluso su vida, solo es válida si tiene calor. A nadie le gusta un café frío mientras la calle, se resguarda de las pisadas ajenas. Adoro ver como los árboles bailan mientras los pájaros, les miran escondidos en las azoteas: mañana, cuando el viento vuelva a dormir, yo bailaré contigo.  Adoro ver mi ciudad con el invierno más vivo y las calles más tranquilas.

Adoro la lluvia, es algo que nunca he negado, pues en invierno, la lluvia parece escribirse de una manera distinta, adoro recordar lo que he sido en invierno, y acabar empapado con el regalo de un buen amigo, y no quejarme, y disfrutar de las sonrisas que el invierno, nos hace a todos vivir. Adoro saltar sobre los charcos, romper los reflejos del día más gris, y sentirme niño siendo algo más adulto, no mucho, nadie debería perder del todo esa inocente locura que teníamos cuando éramos pequeños.

Adoro el invierno en lo hablado y en lo escrito. Adoro que mi cuerpo se meta en la cama para descansar, en ese momento, mi mente sale a dar una vuelta. Por eso recuerdo, por eso escribo, por eso me siento libre dentro de mis propio escrito.


Será por eso que simplemente…adoro el invierno

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El abrazo del universo



Siempre va bien romper las normas…

Girar conceptos, vivir experiencias, y sentir las cosas en la propia piel o, y como suceden en estas palabras, en cada uno de los sentidos.

Un día quise ser libre
-Y decidí bajarme la luna-

Supongo que dentro de cada persona, existe un ápice de locura que nos hace sentir libres. En ocasiones es ápice se transforma en un todo, y nos permite ser capaces de realizar aquello cuanto la cordura no nos permite realizar. Un día decidí volverme más luna, girar las horas de lo establecido y caminar durante aquellas horas en los que los demás, duermen. Supongo que, de manera silenciosa, no era más que un grito de libertad, una necesidad de romper las cadenas de lo preestablecido, de ese camino recto por el que vamos caminando a lo largo de nuestro día a día.

No negaré la realidad, los primeros días fueron duros, somos seres de luz no nos engañemos. Pero sin luz no hay oscuridad, y desde luego el abrazo de ambos conceptos, en cuanto menos interesante. El cuerpo te dice que sigas ese camino diario, ese donde se pierden las estrellas y pierdes el sabor del silencio. Te dice a esas nuevas horas, tu cuerpo debería permanecer en la cama. Y por si eso no fuera suficiente, el propio clima del invierno, te da un aliciente más. Los primeros días te preguntas si realmente tú idea, no es más que una absurda locura que no tardarás en modificar.

Pero a medida que pasa el tiempo, a esas horas en las que todos duermen, vas aprendiendo a caminar. Aprendes a valorar la calma, la ausencia de un reloj que marque las horas. Aprendes a identificar aromas, que bien sienta el aroma a café recién hecho. Conoces historias mucho más humanas, pues a esas horas, la vida se realiza de manera distinta. Conoces los pasos más humanos de la gente y las historias más íntimas, aquellas que se leen entre susurros.

Sin duda alguna, algo que se aprende, y que se comienza a valorar con mayor fuerza, no es otra cosa que el propio silencio. No nos engañemos, vivir en el lado contrario de la noche, te hace perder el significado de la palabra silencio. Este te habla, te dice, te comenta y te susurra a cada instante. Llega un punto en el que le abrazas y lo valoras con mayor intensidad llegando a formar parte de él.

He vivido y he soñado, he despertado en el lado más cálido de la luna. He visto soñadores, y poetas, he visto gente de pasos rápidos, besos lentos, de esos que se dan cuando el mundo duerme. He hablado con el silencio, he tenido las charlas más productivas que pudiese imaginar. He contado miles de estrellas, docenas de bailes de árboles y algún que otro gato buscando senderos sin nombre.

Y llega un día
En el que toca despertar

Cuando lo haces añoras lo vivido, añoras la ausencia de horas, la tranquilidad con la que el mundo avanza y sobre todo, la voz del propio silencio. Desearás volver, hacer un poco más de noche, abrazar a ese unviero que tanto añoras, ser parte infinita del espacio, caminar con los pies descalzos sobre la vida, sentir el propio tacto en la piel, pues el silencio tiene sus propias normas, y cuando lo abrazas, aceptas mientras saltas sobre la luna.


Noche…aún te echo de menos.

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Bocetos



Solo era un boceto

-Inerte-
-Simple-

Ella era una de esas palabras que se piensan, pero que no se dicen y que acaban caminando por el lado más firme del silencio. Uno de esos bocetos que hacemos en nuestro subconsciente. Hasta que un día me miró, y sin mover ni un solo ápice de la luna de su boca, me contó cuentos prohibidos.

Ella me dijo que significaba el silencio, ese que cada persona guarda en su interior. Que silencio no es solo la ausencia de viento sobre los labios, de susurros, de palabras. Silencio son cartas que no escribimos, siluetas que no dibujamos, recuerdos que a los que al fin y al cabo, empeñamos en poner el acento del olvido.

Me dijo que nuestros caminos no debían cruzarse, que a pesar de ser parte de ella, algunos planetas no deben cruzarse nunca por el universo, pues de hacerlo, se vuelven indispensable el uno para el otro. Su mundo era completamente distinto al mío, sus palabras distaban mucho de las mías, al fin y al cabo ella solo era silencio, yo solo parte de un camino.

Y en ocasiones me grita, me dibuja entre garabatos y le niega mi palabra a la voz. Pero cuando nadie le ve, camina por el lado de los sueños, como si no quisiera despertar la realidad. Y me observar mientras duermo y sonríe pensando que estoy despierto. Me dice que en ocasiones, silencio es voz, y ella, es un silencio que grita, que busca la libertad, y que me escribe en cada boceto.

Supongo que un día, ambos saltaremos sobre las palabras pero mientras tanto, seguirá siendo eso…un simple boceto.

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Las alas de un mundo mejor



Yo, que un día fui como vosotros…


-Soledad-

-Triste silencio de cartas vacías-


Desde el precipicio conservabais el calor del tiempo perdido, el modo de vivir sin tiempo. Habláis de cambiar aquellos que estaba incompleto. En un mundo invertido, la locura era más que necesaria. Y esta no hablaba, pero se movía, y decía, no contaba.

El sueño de un universo complejo, las manos que se transforman en pies. En ocasiones os costaba caminar. No nacisteis de la indiferencia, no renunciasteis a correr bajo el sol pero preferisteis caminar sobre la luna. Éramos aprendices dentro de un universo que debíamos cambiar.

-Y gritamos-

-Y sentimos-

-Para hacernos más de aire-

Nos contamos las horas, no terminamos nunca de avanzar. Que en las noches más frías, mas era necesarios nuestro calor. No supimos decir no ante el vuelo. Y en ocasiones creímos perder la batalla, no negamos las derrotas, pero por cada sonrisa inocente conseguida, contamos mil victorias.

-Dentro del silencio-

-Se aprecia mejor el calor-

Hace frío en nuestras palabras, nuestras manos guiaron a nuestros pies dando un calor del cual renegamos. Éramos parte de ese silencio, y nuestras manos mostraron caminos, y nuestra soledad marcó cada uno de nuestros acentos. Y gritamos, y sentimos, y comprendimos que el mundo, debía ser un lugar mejor.

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El día en el que bailamos sobre la luna



Fue nuestra mejor despedida…

Supongo que en ocasiones, es bueno escribirle al cielo, mirar las estrellas y preguntarle al silencio por todo aquello cuanto hemos perdido. Supongo que en ocasiones va bien sentarse en el lado menos visible de la luna y dejar que nuestros pies caminen descalzos a través de las estrella. Supongo que va bien adorar los días de lluvia, y salir a caminar para que nadie te vea. Supongo que te irá bien escribir mi nombre pero que mis palabras sean silencio.

Que en ocasiones la locura, aquella con la que ambos saltamos sobre el mar, se convierte en la más sensata de las acciones. Que en ocasiones la palabra tiempo, no es más que una leve despedida dibujada con sonrisa de nostalgia. Que en ocasiones la sombra nos indica hacia donde nos lleva el camino, y entre los dos este se hizo a la inversa. Porqué en ocasiones sumar, no significa estar juntos.

Le escribimos cartas al viento, y ambos observamos la lluvia caer sobre una ciudad que dormía. Despertamos las horas, apagamos el viento, y aquel día decidimos bailar sobre la luna. Y contamos cuentos, y abrazamos realidades que fueron sueños. Nos miramos fijamente, nos hicimos eternos. Escribimos sobre la luna palabras que no dijimos. Finalmente nuestros cuerpos nos hablaron de despedida.

Supongo que algún día nos reencontraremos, es algo que ni siquiera yo mismo soy capaz de afirmar, me niego a escribir palabras firmes en las estrellas. Supongo que algún día, escribiremos aquellas mismas cartas sobre folios vacíos. Les podremos voz, sonrisas, sueños a media palabra, pero no caricias. Miraremos hacia atrás, tan lejos, que nuestra voz se perderá en el tiempo, no quedará nada de aquella primavera tan llena de vida.

En nuestro viaje, llevaremos el silencio, aquellas palabras que no dijimos, aquellos cuentos que no supimos finalizar, aquellas caricias que nos supimos disimular. En nuestro camino nuestro recuerdo será como nuestro silencio: eterno.


Vayas donde vayas, ambos recordaremos la noche en que bailamos sobre la luna.

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Y por eso, no te echo de menos



Quisiera no echarte de menos.

No quiero imaginarte aquí a mi lado, ni pensar que nos abrazamos mientras el mundo se detiene mientras los dos avanzamos en silencio, como si no quisiéramos despertar la primavera de su aletargado invierno. No quiero imaginar que al abrir los ojos, tu silencio es una caricia sin besos, sin piel, pero cargada de aquellos momentos que simplemente, debimos vivir entre los brazos.

No quiero tener que escribirte, al fin y al cabo solo son palabras que se perderán en algún lugar donde nadie pueda encontrarlas. No quiero tener que llamarte de madrugada, a esas horas en las que los gatos bailan por los tejados y las estrellas caminan por el cielo. No quiero darte palabras escritas, ni en cartas ni en dibujos sobre las nubes. Ni siquiera quiero levantar mi propio lápiz para escribir tu nombre.

No quiero imaginarte, ni pensar que ambos caminamos por el mar mientras la olas, acarician nuestros pies para que seamos un poco más de aire. No quiero dibujarte entre paisajes, entre cuentos, entre cada una de las líneas de nuestro libro más inexacto, No quiero pintarte en cada espejo, ni dibujar tu rostro en cada boceto, ni siquiera quiero darte palabras escritas, no, no quiero nada de eso.

No quiero soñar contigo, ni que me busques en tus sueños mientras nos perdemos en algún lugar del mundo. No quiero contarte las veces que te echo de menos, ni que me digas que me necesitas ahí, a tu lado, como si el tiempo se detuviese para nosotros. No quiero buscarte entre mis sabanas, ni recordar tu aroma o cual es el sabor de tus caricias. No quiero imaginarte, ni perderme por cada verso solo para encontrarte.

No quiero susurrarte desde la luna, desde nuestro universo, no quiero sentarme en un rincón del mundo mientras tú caminas por la luna. No quiero describirte cada uno de los paisajes que me gustaría ver contigo, no quiero añorar tu calor en las noches que hace frío, ni regar las flores mientras espero tu primavera. No quiero tu carta sobre la mesa, ni tu fotografía sobre mis manos.

No, no quiero nada de ello. Pues si me piensas, si me ves, si eres capaz de leerme verás que no quiero imaginarte, ni echarte de menos, ni añorarte, ni siquiera buscarte en cada uno de mis recuerdos.


Simplemente no quiero echarte de menos….porque quiero que estés aquí.

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Dormías (mientras gruñías a los poetas)



Supongo que debí despertarte…

Dormías, la ciudad estaba apagada, las calles se habían convertido en un rio de gente inerte y la vida, quedaba relegada a alguna línea de alguno de esos poetas que tu tantos odiabas peros que, y aunque te cueste reconocer, ambos tanto necesitábamos.

Siempre me decías que la palabra, por muy ordenada que esta estuviese, siempre necesitaba un ápice de locura, que necesitaba ser desordenada, puesta a la inversa, reinventar aquello que un día olvidamos. Pero para ello la palabra necesitaba dos cosas: más silencio pero más acción. Por eso renegabas de los poetas, por eso te entendía, al fin y al cabo un día fui como ellos, y tú me odiabas, lo hacías con fuerza, con rabia. Y la manera que tuviste de hacerlo fue desapareciendo, al fin y al cabo nunca pudieron atarte.

Permaneciste aletargado, lejos de mi voz mientras yo, me limitaba a escribirle versos a la luna. De vez en cuando escuchaba tu gruñido y me golpeabas con recuerdos de felicidad. Supongo que de poder volver al ayer, nadie, absolutamente nadie, regresaría al presente. Pero la vida sigue, la vida es un camino continuo de pasos hacía adelante pero de silencios hacía atrás. Porque si no somos capaces de escuchar nuestro pasado, seremos incapaces de hablarle a nuestro presente.

Y un día, rompimos el cristal con nuestras manos. Rompí todas aquellas cartas que hablaban de la luna, del mar, de la distancia, y vi aquellos que no volverán pero a los que tú sabías que no iba a olvidar. Cogiste todas mis cartas y me golpeaste con ellas, con furia, con autodeterminación. Ambos sabíamos que aquellos golpes no dolían, dolían la forma inerte de escribirlos pues ambos, odiábamos a los poetas de solo manos.

Un día te desperté, permanecías adormecido, como recién salido de una siesta de varios años. Te costaba moverte, incluso tu bostezo parecía más prolongado, como si quisieras dormir durante varios años más. Esta vez fui yo quien te gruñó ¿Por qué detenemos el presente cuando miramos hacia atrás? Ambos comprendimos cual es el camino hacia la felicidad. Y esta no estaba en el camino hacia nosotros: estaba en camino que debíamos recorrer hacía los demás.

Nos miramos y comprendimos que estábamos locos. Pero esa misma locura es la que sabemos es necesaria para hacer que el mundo sea un sitio mejor. Dejaremos un hueco a los poetas, al fin y al cabo, y aunque reneguemos de ellos, también forman parte de nosotros. Que gire el mundo, que la inercia no forme parte de este presente, que el mundo sea un sitio mejor. Y que los pasos siempre sean hacía adelante.


Bienvenido al hogar, hace tiempo que tu mi sensatez añoraba tu locura, simplemente debía despertarte.

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La chica del banco gris



Tu mirada era un invierno perpetuo

Y en ocasiones, aquellas en las que lo vivido me recuerdan que camino debo tomar, viene e mi memoria tu día gris. Los árboles buscaban un sol inexistente, la gente era de labios cerrados, la ciudad simplemente se limitaba a caminar bajo las manecillas de un reloj que era incapaz de ver. Era invierno en la ciudad y la gente, parecía abrazar las calles sumiéndose en su nostalgia de árboles desnudos.

No contamos lo versos. Simplemente, tal y como sucede ahora, solo éramos dos desconocidos. No fui yo quien dio el paso, no fui yo quien decidió caminar. Pero en la vida, los momentos más mágicos, vienen con su cruel realidad: aquellos instantes que siempre deberíamos repetir, son y serán, aquellos que pasarán a ser parte de nuestra memoria.

Decidimos darle sol a aquel día. Me contaste que también eras de aquellas personas que amaban las letras, la palabra, pero que cada una de tus líneas, era un silencio al mundo. Y no lo negaré, siempre me quedaré con las ganas de escuchar aquellos sonidos, de caminar con los pies descalzos por aquellas líneas paralelas, de despegar de mis letras para viajar a las tuyas, y de perderme en un mundo que no es el mío.

Y nunca me leerás, al fin y al cabo somos silencio, formamos parte de ese lugar mágico donde los sueños simplemente, son realidad. Supongo que estarás acariciando a aquellos compañeros de los que me hablabas, y que estarás tomando una taza de café bien caliente. Sigue siendo invierno en esta ciudad, y bajo aquellos árboles los bancos siguen suspirando entre nostalgia. En ocasiones las estrellas recuerdan, y yo lo hago, es algo que siempre va bien para recordar cual es el camino correcto. Y para mí, aquel camino que me mostraste, aquellas palabras que me dijiste, forman parte de una realidad que debo hacer con cada una de mis letras pero también con cada una de mis acciones.

Desconozco cuál es tu nombre y estoy por afirmar que nunca, jamás, lo sabré. Incluso desconozco como moldear tu rostro, solo recuerdo que ambos llevábamos gafas de sol a pesar del día gris. Fue solo un breve instante pero lleno de magia, nuestros pasos se separaron para no reencontrarse nunca más, y si lo hacen, espero que tus manos sepan moldear mi rostro, de nunca fui bueno para recordar los aspectos físicos.

Estés donde estés, y sabiendo que no me leerás, gracias por aquellas palabras


“Si no cuidamos los unos de los otros ¿Quién lo hará?”


Llevaré tus palabras en mi equipaje a lo largo de un camino desconocido.

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Nuevo rumbo



Partir…

-Marchar-
-Caminar-


Pero siempre con los sueños en el mismo mar…

Y es ahora, cuando quizás, la simple necesidad de sentir mi propio aire, me empuje a caminar, a navegar por ese mar de vivos recuerdos donde un día fui libre. Quizás la paradoja de la propia palabra, de su propia existencia, sea el ancla que me aleja del mar. He mirado océanos que no eran míos preguntándome porque debía caminar, porque mis pies, o en este aspecto mis manos, no eran capaces de gritar.

Quizás, solo quizás, te estaba queriendo tanto, que me olvidé de vivir.

El mar a lo lejos, y yo en lo alto de la montaña, contando nubes de colores mientras sonrío, y siento el viento, y te siento cerca pero yo, desde este lugar, me siento lejos. Hemos aprendido que es posible vernos, que es posible escuchar la voz, la palabra, de sentir el suave tacto de la piel, de escribirnos cartas en silencio…pero mirándonos, no tocando la piel. Y allí, donde la locura me lleve, estoy seguro que me observarás, y sé que ansiarás gruñirme, de darme un tirón de orejas…

Siempre fui un niño

Con alas de ser mayor


Pero mi voz será silencio, y no es que te niegue la palabras ¿podría negarte el cielo? no, para nada. Pero no me pidas que no vuele porque yo ya estaré lejos, y nos veremos, y nos sonreiremos, pero libres…bien libres.

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