Supongo que debí despertarte…
Dormías, la ciudad estaba
apagada, las calles se habían convertido en un rio de gente inerte y la vida,
quedaba relegada a alguna línea de alguno de esos poetas que tu tantos odiabas
peros que, y aunque te cueste reconocer, ambos tanto necesitábamos.
Siempre me decías que la palabra,
por muy ordenada que esta estuviese, siempre necesitaba un ápice de locura, que
necesitaba ser desordenada, puesta a la inversa, reinventar aquello que un día
olvidamos. Pero para ello la palabra necesitaba dos cosas: más silencio pero
más acción. Por eso renegabas de los poetas, por eso te entendía, al fin y al
cabo un día fui como ellos, y tú me odiabas, lo hacías con fuerza, con rabia. Y
la manera que tuviste de hacerlo fue desapareciendo, al fin y al cabo nunca
pudieron atarte.
Permaneciste aletargado, lejos de
mi voz mientras yo, me limitaba a escribirle versos a la luna. De vez en cuando
escuchaba tu gruñido y me golpeabas con recuerdos de felicidad. Supongo que de
poder volver al ayer, nadie, absolutamente nadie, regresaría al presente. Pero
la vida sigue, la vida es un camino continuo de pasos hacía adelante pero de
silencios hacía atrás. Porque si no somos capaces de escuchar nuestro pasado,
seremos incapaces de hablarle a nuestro presente.
Y un día, rompimos el cristal con
nuestras manos. Rompí todas aquellas cartas que hablaban de la luna, del mar,
de la distancia, y vi aquellos que no volverán pero a los que tú sabías que no
iba a olvidar. Cogiste todas mis cartas y me golpeaste con ellas, con furia,
con autodeterminación. Ambos sabíamos que aquellos golpes no dolían, dolían la
forma inerte de escribirlos pues ambos, odiábamos a los poetas de solo manos.
Un día te desperté, permanecías adormecido,
como recién salido de una siesta de varios años. Te costaba moverte, incluso tu
bostezo parecía más prolongado, como si quisieras dormir durante varios años
más. Esta vez fui yo quien te gruñó ¿Por qué detenemos el presente cuando
miramos hacia atrás? Ambos comprendimos cual es el camino hacia la felicidad. Y
esta no estaba en el camino hacia nosotros: estaba en camino que debíamos recorrer
hacía los demás.
Nos miramos y comprendimos que estábamos
locos. Pero esa misma locura es la que sabemos es necesaria para hacer que el
mundo sea un sitio mejor. Dejaremos un hueco a los poetas, al fin y al cabo, y
aunque reneguemos de ellos, también forman parte de nosotros. Que gire el
mundo, que la inercia no forme parte de este presente, que el mundo sea un
sitio mejor. Y que los pasos siempre sean hacía adelante.
Bienvenido al hogar, hace tiempo
que tu mi sensatez añoraba tu locura, simplemente debía despertarte.
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