La chica del banco gris



Tu mirada era un invierno perpetuo

Y en ocasiones, aquellas en las que lo vivido me recuerdan que camino debo tomar, viene e mi memoria tu día gris. Los árboles buscaban un sol inexistente, la gente era de labios cerrados, la ciudad simplemente se limitaba a caminar bajo las manecillas de un reloj que era incapaz de ver. Era invierno en la ciudad y la gente, parecía abrazar las calles sumiéndose en su nostalgia de árboles desnudos.

No contamos lo versos. Simplemente, tal y como sucede ahora, solo éramos dos desconocidos. No fui yo quien dio el paso, no fui yo quien decidió caminar. Pero en la vida, los momentos más mágicos, vienen con su cruel realidad: aquellos instantes que siempre deberíamos repetir, son y serán, aquellos que pasarán a ser parte de nuestra memoria.

Decidimos darle sol a aquel día. Me contaste que también eras de aquellas personas que amaban las letras, la palabra, pero que cada una de tus líneas, era un silencio al mundo. Y no lo negaré, siempre me quedaré con las ganas de escuchar aquellos sonidos, de caminar con los pies descalzos por aquellas líneas paralelas, de despegar de mis letras para viajar a las tuyas, y de perderme en un mundo que no es el mío.

Y nunca me leerás, al fin y al cabo somos silencio, formamos parte de ese lugar mágico donde los sueños simplemente, son realidad. Supongo que estarás acariciando a aquellos compañeros de los que me hablabas, y que estarás tomando una taza de café bien caliente. Sigue siendo invierno en esta ciudad, y bajo aquellos árboles los bancos siguen suspirando entre nostalgia. En ocasiones las estrellas recuerdan, y yo lo hago, es algo que siempre va bien para recordar cual es el camino correcto. Y para mí, aquel camino que me mostraste, aquellas palabras que me dijiste, forman parte de una realidad que debo hacer con cada una de mis letras pero también con cada una de mis acciones.

Desconozco cuál es tu nombre y estoy por afirmar que nunca, jamás, lo sabré. Incluso desconozco como moldear tu rostro, solo recuerdo que ambos llevábamos gafas de sol a pesar del día gris. Fue solo un breve instante pero lleno de magia, nuestros pasos se separaron para no reencontrarse nunca más, y si lo hacen, espero que tus manos sepan moldear mi rostro, de nunca fui bueno para recordar los aspectos físicos.

Estés donde estés, y sabiendo que no me leerás, gracias por aquellas palabras


“Si no cuidamos los unos de los otros ¿Quién lo hará?”


Llevaré tus palabras en mi equipaje a lo largo de un camino desconocido.

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