Tan breve, que casi puedes sentarte con la luna a tus pies. Y ahí,
como si de un susurro se tratase, la ciudad, duerme tranquilamente
entre tus manos. Quizás, debía detener por un instante el salto,
dejar que las luces de la ciudad, me mostrasen el camino al hogar. Y
ser consciente, de que en ocasiones, debes permanecer sentado, en un
lado del mundo, mientras todo avanza, y tu, tienes que estar ahí,
como de un abrazo sin nombre pero lleno de palabras.
Mi ciudad duerme, todo queda aletargado a un susurro que no lleva
nombre. Y le observo desde lejos estando cerca, tan cerca, que con
cada una de mis palabras recorro todas sus calles. Quizás en algún
lugar, alguien recuerde mi nombre, es algo que no esta echo para mi,
que quizás, aquellas olas que añoraba, sigan esperando el regreso a
casa, y que quizás, en algún lugar donde no puedas encontrarme, mis
palabras hablarán de eternidad. Y me siento de espaldas al cielo,
observando en silencio como todo, sigue avanzando, mientras yo,
comprendo que por ahora, debo seguir aquí, en un lugar donde nadie
pone un nombre.
Y abrazo con la palabras los sueños que no me pertenecen, porque en
ocasiones, tal vez en los momentos en los que puedo serlo todo,
prefiero abrazar a mi silencio, y quedarme siendo nada. Porque mi
ciudad duerme, y rechazo a esos poetas, esos que te dicen que bajarán
la luna, y que hablan de añoranza, que escriben en cada acento un
conato de melancolía, de esos poetas. Cuando mi ciudad duerme, se
convierte en tu ciudad, en la ciudad de aquellos que vuelan, aquellos
que claman por una batalla que no, nos pertenece. Y nos hacemos de
papel, pero eternos, tanto, que se recuerda el silencio de nuestra
voz, no el sonido de nuestras propias batallas.
Porque si algo tiene mi ciudad, ahora que todos duermen, es que puedo
sentarme en un lugar en el que nadie pueda abrazarme. Y abrazo mis
rodillas, como cuidando de aquello que quise aceptar, y comprendes
que en ocasiones, tan solo la soledad es capaz de cerrar aquellas
heridas que tienes. Y te alejas de todo, al fin y al cabo es tu
ciudad, y en ella, nadie puede encontrarte. Porque aquí, en esta
ciudad que tanto conozco, cuando todos duermen yo, me limito a volar.
Y si pudieses abrazar con tus palabras estas calles, estos fragmentos
en cada esquina, esos besos prohibidos en portales desconocidos:
estoy lejos de casa pero cerca de ningún lugar. Si pudieses abrazar
ese silencio cada uno de sus versos, subirías a la montaña, y
podrías alcanzar cualquier estrella. Porque cuando duermen y
algunos, en la soledad del verso escrito, nos limitamos a volar para
decirte, que cualquier cosa, se puede lograr, solo es imposible si no
se intenta, y aún y así, ya lo estás intentando. Al fin y al cabo,
nadie abraza nuestras palabras.
Abrazado a su silencio recorro todas sus calles, y vivo por un
instante, las vidas que dejé atrás, quizás por eso ahora, necesite
el silencio de los versos, la soledad de las palabras, y la distancia
de un universo que una vez, comprendí que no era para mi pero por el
cual, nunca dejé de volar. Porque mi ciudad, al anochecer, es un
océano de caminos infinitos, de cuentos de aventuras, de abrazos, y
de besos, de caricias y poetas sin versos, pero con palabras.
Quizás desde este lugar del mundo, y ahora que mis pies se mueven en
el universo, comprenda, y escriba en cada una de mis palabras, que mi
silencio no es más, que una forma de volar sin ti, que al fin y al
cabo, todos necesitamos apartarnos por un instante. Con mis alas
abiertas, el anochecer me dice que esta, es mi ciudad, y que su
distancia no es más, que una carta sin nombre escrita en un papel
que nos abraza. Y es por eso que aquí, comprendo porque es parte de
todo...de tu eternidad.
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