La condena del labio




Frente a frente

Tú ante mí

Yo ante tu silencio


Lancémonos a la locura

Muérdeme la boca como si en mis labios se hayase tu deseo más prohibido. Arráncame esos versos de Neruda que nos prometimos entre silencios ajenos. Lánzame hacia tus sueños, quizás lo mejor sea viajar hacia la locura más inexacta. Y si me besas alcanzaré tu cielo para romper los cuentos prohibidos, las letras que no dijimos. Y ahora lo es todo, y el todo se convierte en silencio para anclarse en los labios.


Y perdernos en la eternidad

De la mirada

Y besarnos

Hasta que salga el sol


He amanecido en tu almohada, sigo siendo esa parte del silencio a la que al comienzo llamamos locura. Callamos, no dijimos y en silencio nuestros labios hablaron. Se fueron las dudas más complejas, los poetas más inexactos, la caricia más tierna. Nos sentamos en las nubes, frente a la luna, en un lugar donde nadie pueda alcanzarnos. Nos perdimos, y gritamos en silencio juntando los labios en el deseo del instinto más cercano.


Hemos alcanzado la luna

Caminando por las estrellas



-Eternidad-



Dirán que estamos locos

Por soñar entre las nubes

Por perdernos en los ojos

Y hacernos cada vez más eternos


Te he escrito un verso, quizás no sea el poema más largo del mundo. Y dice que te añora, que te abraza en silencio y que se despierta entre tus brazos. Lo firma la locura, y ella vive en nuestros labios, saltamos hacía ella dejando atrás la cordura. Dejamos que los sueños hablen, digan y susurren cuentos prohibidos. He amanecido en tu la caricia más dulce de tu mirada, palabra tras palabra, verso tras verso. Y en cada uno de los sueños el abrazo más eterno.

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El reflejo del camino a la inversa



Soy frágil.

Es algo que tengo asumido, y ahora, a mis treintaicinco años, las cosas parecen tomar un rumbo adecente. Y si miro hacia arriba lo digo porque siento que estoy abajo, en la fragilidad, alguna otra palabra que indique hacía arriba para mi está prohibida.

Dicen que las cosas no suceden porque si, que todos estamos unidos a algo y yo, me limito a encadenarme a mi propio silencio, soy consciente de ello. Soy consciente de que mi tiempo se apaga, de que mi cuerpo un día dirás basta y volveré a realizar una pausa en un camino al que algunos pretenden llamar vida. Jamás le he puesto nombre a ello, me limito a sentir y ahora simplemente me limito a reconocer sigo siendo frágil.

Y las cosas apuntan al cielo pero yo, solamente yo, me limito a mira hacia abajo. Intento imaginar que los recuerdos que se hacen presentes son simples espejismo. Intento engañar a mi mente, algunas letras no se han escrito, algunas cosas no han sucedido, sé que me estoy mintiendo, engañando en cada ilusión, negando, pues así lo deseo, no caminar por el cielo.

Los labios me sonríen y me pierdo en las miradas, creía haber perdido ciertos sueños. Las letras avanzan, y a día de hoy me voy demostrando que aún puedo aprender de mí mismo. Las líneas crecen y yo me limito a dejar pasar el aire, odio sentir el viento ¿a quién pretendo engañar? Siempre segunda línea, siempre en silencio. Nunca mi voz pues esta apenas suena, y no es que no lo haga, simplemente me limito a silenciarla, a agachar la mirada y mirar el suelo.

Y si me preguntan si soy feliz no, no lo soy. Tengo miedo de mí mismo, por eso me encadeno, para no volar por el cielo, me niego ha hacerlo. No quiero ni pensarlo. Adoro caminar por el suelo, a ras de tierra, agachar mi mirada, aprender y alzar mi mano para ayudar, para animar a los que me rodean pero yo no soy ellos. Cerca de mis nuevos años sonrío pero mis lágrimas están ahí. Quizás esté perdiendo mi tiempo y no sea capaz de asimilarlo. Quizás me digan que tengo el cielo pero yo rechazo, dejadme soñar por el suelo, cuando duerma alcanzaré mi total silencio.


Soy frágil, lo sé. Es algo de lo que soy consciente, y a pesar de ello…nunca dejo de caminar.

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Pared



-Grítame-

Todo gira sin sentido, sumido bajo la amnesia de los sueños perdidos. Los recuerdos son cristales que cortan mis brazos, herido, no despierto. Rómpete conmigo en el cristal donde dejamos los versos, hagamos juntos el sendero entre la locura y la razón.


Y me oculto del sentido

Más abstracto del tiempo


He pintado todo de recuerdos en blanco y negro. Y grito, y respiro, mientras me rompo en mil recuerdos, agonizan mis sentidos en un universo abstracto. Empújame contra la pared, muérdeme para dejarme sin sentido y clava tu silencio en lo más profundo de nuestro olvido. Saltemos a los brazos de la paradoja más compleja. Escribamos juntos las páginas de un libro cuyo final nunca quise escribir cerca del suelo


¡Mátame con tu voz!

No con tus silencio


Que si me arrancas las alas sangraré en tu olvido sin que me comience a aprender el efecto de las mariposas. Y verme caer no es una opción, ciertas cosas ya estaban escritas ¿recuerdas? Dejé la razón en algún cajón, lancé la llave a mi propio espejo. He manchado con mi sangre los recuerdos más imperfectos. Y a pesar de todo sigo vivo mientras me empujas contra la pared y me gritas para que siga vivo…

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Tu ruido breve



Quizás

Solo quizás

Volvamos a ver el sol entre el silencio


Ha sido breve, muy breve…

Pero como todo en esta vida, incluso lo más pequeño puede convertirse en eternidad. Si abres los ojos verás cómo quizás tengas mi distancia ¿Dónde queda tu duda ahora que tu mirada se encontró frente a frente con la firmeza de la mía? Recuerda: no era más que una extraña melodía que rompía con furia las horas de sol. Y buscaste con los labios sellados el refugio de la voz, volaste por un instante, fui tuyo durante un instante de incerteza.


Te vi volando hacía el sol

Más allá de la oscuridad

Del aire adormecido


Estoy lejos pero muy cerca, tu mirada incesante buscaba resolver la duda de aquellos sonidos que sonaban con energía. Y entre medias, las notas más tristes de una canción desconocida. Tu puzle no encajaba, creías que no se podía juntar aire y mar. Creías que aquellas tristes notas no podían sonar a rabia, a furia. Navegabas entre un mar de dudas, envuelta en un silencio de mil preguntas apenas sin resolver, de un interrogante acentuado con el ruido.


Yo no era tu voz

Tú no eras mis palabras

Quizás, solo quizás

Las cosas hayan cambiado


Y de repente el falso espejismo, suenan cadenas sobre el ruido más firme ¿recuerdas? Solo era un conato de locura perdido entre el silencio y el ruido. Buscaste con la mirada, dudaste con más firmeza. Soy tu espejismo más abstracto pero tangible, tanto que tu mirada pudo perderse en la mia ¿Quién aparta antes? Desde luego no fui yo…Pero solo era un espejismo, tan rápido como nuestras miradas se cruzaron de manera directa, me viste marchar, quizá sea para siempre, quizás no fuese más que un reflejo en tu cristal.

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Tiempo



Solo sé que no somos eternos:


Solo en el recuerdo

Y este no siempre acierta


Y puede que en ocasiones, más de las que debería, me muestro frío, lejano, y como un silencio en medio de un griterío. Puede que no sea, ni seamos, conscientes de lo que significa tiempo. Quizás no estemos apagando lentamente sin que logremos ser capaces de ser conscientes de ellos. Al fin y al cabo tiempo es límite. Colocamos un reloj con las primeras luces, sin importar de donde vengan, y ahí, justo ahí, nuestro reloj se pone en marcha. Nos condiciona los pasos, las pautas, lo que seremos, lo que fuimos…y lo que no.

A lo largo de nuestro tiempo, aprendemos, sentimos, sufrimos, despertamos, dormimos y soñamos por qué no decirlo. Y si al final de nuestros días, cuando el tiempo se nos agote, fuésemos capaces de escribir en una libreta, o un papel ¿Qué más da la base? Todo aquello que hemos realizado o sentido, sin duda alguna escribiríamos nuestra vida.

Pero el tiempo no entiende de libros, ni de folios, ni de aquellos que podamos tocar. Al fin y al cabo el tiempo es inmaterial, como nosotros, como tú que me lees y detienes tu tiempo para leerme. El tiempo no retrocede, nos guste o no retroceder en él es algo solo reservado para historias fantásticas de esas que no se viven pero se leen y se imaginan. Porque si fuésemos capaces de retroceder en el tiempo, la inmensa mayoría volvería a poner su reloj a cero, desde el comienzo del todo, muy lejos del fin.

Durante el viaje que recorremos a través del tiempo aprendemos a leer, a escribir, a cocinar, unos mejor que otros pero lo hacemos. Aprendemos a escalar montañas, a realizar algún tipo de deporte, a dibujar pero ¿Quién nos enseña a vivir? Hace tiempo una amiga me dijo que no valía la pena preocuparse por aquello que no había sucedido. Era como si el tiempo se pudiese detener y que este no avanzase. Pero todos sabemos que eso no es posible. Porque el tiempo avanza siempre hacia adelante, nunca hacia atrás. Ojalá y pudiésemos hacerlo ¿no creéis?

Pero no podemos hacerlo, nos queda limitarnos a vivir pero ¿Qué es vida? Supongo que podríamos decir que vida es el equipaje de tiempo. Pero el tiempo no entiende de equipaje, al fin y al cabo cuando se agote a tiempo no le importará cuanto llevemos encima, nos dirá adiós y nuestro equipaje caerá en el olvido. Y si nos paramos a pensar si hemos recorrido de manera correcta ese trayecto llamado vida nadie lo sabe, nadie nos enseña a vivir.

Supongo que me estaré haciendo viejo. Pero mi tiempo avanza, y como todos desconozco si he vivido o vivo de manera correcta. Solo sé que mi tiempo, mi viaje, también ha sido el de otras tantas personas. Por eso en ocasiones me muestro frío y distante, porque al fin y al cabo cuando mi viaje finalice también finalizará el de esas personas que un día estuvieron en mí tiempo. Y duele saber que un día todos, absolutamente todos, nos diremos adiós. Incluso a aquellas personas a las que nunca nos gustaría dejar de ver, dejar escuchar, dejar de sentir.

Porque si algo del tiempo es que este pone personas en tu vida que un día lo son todo, entonces su tiempo se detiene ante ti, no ante esa persona. Y mientras recorres tu propio camino sabes que ahí, en algún lugar de la vida, esa persona que un día fue parte de tu viaje, continua haciendo el suyo. En ocasiones desearíamos tener la capacidad del olvido. Porque recordar duele, al fin y al cabo no es más que mirar hacia atrás, hacía un tiempo que no podemos retomar. Supongo, pues al fin y al cabo como persona que creo seguir siendo, tengo siempre la duda en mis bolsillos, que las manecillas más crueles del reloj de nuestro propio tiempo, son aquellas llamadas recuerdos, esas, esas son las que realmente duelen.

Durante mi viaje he aprendido a hacer lo más confortable el tiempo de los que un día fueron parte de mi viaje, de mi tiempo al igual que yo lo fui del suyo. He aprendido a ignorar a aquellos que, creyéndose sabedores de la verdad del tiempo ajeno, malgastan, y aquí sí que puedo y debo añadir esa palabra, su tiempo afirmando con su imaginación cual es mi tiempo, de qué forma estoy realizando mi viaje. Al fin y al cabo en mi tiempo no entra el suyo.

Desconozco como será mi viaje, puedo imaginar nunca afirmar. Pero tengo bien claro que mientras el reloj avance yo seguiré formando parte de él. Y en el trayecto siempre procurar que el tiempo que otras personas puedan pasar en el tuyo, sea lo mejor posible aunque todos sabemos que esto no siempre es posible. Mi reloj avanza y desconozco si estoy viajando de la manera correcta. Solo sé que tengo tiempo y este no se detiene.

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Tú estarías ahí...



Me gritas


-Una vez más-


Mientras mueves mis alas

Y despiertas mis sentidos


Sueñan los silencios con cartas aún por escribir:


Me abrazas como con miedo, como si tuvieras miedo a que nunca despierte. Me gritas y me zarandeas entre tus brazos, quieres sentirme vivo, quieres que salte hacía arriba, que busque mis reflejo más allá del sol. Dijiste, y piensas, que aún puedo despertar. Que mis manos aún tienen que caminar por muchos senderos, senderos en los que tu mirada intenta protegerme. Tienes miedo, mucho miedo, quizás nunca despierte.


Y quieres que no deje

Que mis alas dejen de moverse

Pero ambos sabemos

Que la caída es inevitable


Hablamos de vida

-Escribimos silencio-


Por eso te escribo, por eso los acentos son firmes, por eso las palabra escrita nunca muere. Y salto, al fin y al cabo el precipicio es un océano de aire infinito, y creo que puedo volar. Sentir el aire, observar cientos, quizás miles, de vidas, todas, menos la mía. Conoces el sendero de mi felicidad, por eso me gritas, y me abrazas como si lentamente me estuviese descomponiendo en mil fragmentos. Como si la luz de mi mirada navegase hacia un oscuro infinito.


Somos frágiles

Fuera de nuestros muros

Eternos

Bajo los versos escritos


Tienes miedo a perderme, a verme caer sin que quiera volar hacia arriba ¿recuerdas? El cielo solo se encuentra allá donde se encuentre nuestra mirada, y yo nunca he caminado con los pies mirando hacia el suelo. Me verás en los versos, en ese camino tan cruel que yo mismo quise caminar. Dices que rompa las cadenas, que cuando llegue al final olvide, viva y vuele alto. Pero olvidas que yo mismo quise caminar bajo palabras afiladas ¿Recuerdas? Tú estarías ahí…


Quizás llegue tarde

Cuando despiertes de mi silencio

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La noche en mi ciudad




Mi voz no te suena


-Ni mis letras-

-Ni mis palabras-


Por eso quizás te extrañe que te escriba:

Y te digas que las cosas, a pesar de ese ruido que no escuchas y al que sueles llamar silencio, tiene una vida lejos de ti…cerca de mí. Y quizás te extrañe las horas en las que mis ojos, abiertos de par en par, miran la vida desde una perspectiva que, en ciertas ocasiones, se vuelve un tanto abstracta. Horas en las que todos deciden dormir y las calles permanecen aletargadas


Quizás mi cuidad duerma

Incluso tú

Y sonrío,

Yo no soy tú

Tú no eres yo


Puedes llamarme loco por no querer el sol, debería llamarte absurdo por no querer soñar, por no querer apreciar la calidez del silencio. Tu ciudad no es mi cuidad, la tuya ruge, salta enfurecida sobre aquello que llamáis vida. Tu ciudad es un laberinto repleto de miradas ciegas y voces que no hablan, y si lo hacen, las palabras caen y son arrastradas al olvido como las hojas de los árboles más trises de un otoño cualquiera.


Por eso mi mirada

Nace con tu olvido

Con una noche que un vez

Quiso darme un abrazo prolongado

Casi eterno


Mis horas son tu silencio, tu locura escrita, tu ausencia de palabra escrita. Mi ciudad estira sus brazos, acaricia las calles con las luces anaranjadas y los pocos coches que pasan por sus calles. Mis horas son ventanas abiertas, duda silenciadas acerca de la luz. Son palabras que caminan, que avanzan, y que en ocasiones, miran al sol para dar las buenas noches. Mis horas son las agujas dentro del reloj de la burbuja.


Siempre imperecederas

Implacables

Pero humana

Muy humanas

Tanto que sus ojos

Simplemente son de cristal


Mis horas son la luna, el silencio y unas calles aletargadas, son pocos los pasos que rompen la magia del silencio. Es la mirada hacia un teléfono que no suena, nunca fui de tener un reloj en la mirada aunque si en la palabra. Mis horas son el paseo de las estrellas por el azul apagado más infinito. Son instantes mágicos en los que la vida se siente de otra manera, respirando a cada instante el placer más eterno de la magia del silencio.

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Un abrazo en tu locura



Quise decirte tantas cosas…


Nunca fuimos al mar

Nunca quemamos las olas


Déjame que cierre los ojos y te imagine a cada instante…

Mi silencio sabe a sal, a recuerdos que no supe borrar. Ahogue las horas de sol, quizás así te diría adiós para siempre. He vivido la noche, y lo sigo haciendo, al fin y al cabo siempre fui un loco soñador de letras ocultas. Quise escribirte antes de marchar, y me perdí junto al mar. Rehíce mis cadenas, quizás llegué tarde al despertar, deje las sabanas medio dormidas y la luna en toda su plenitud, ella me saludó, me dio los buenos días cuando marchabas a dormir.


Y buscaste en mi silencio

Aquellas palabras que no te di


Estuvimos locos

¿Recuerdas?

Solo suspiros sobre el mar


No quise despertarte, tu viaje continuaba sin mí. Y yo no era más que una carta sin escribir. Perdí mi corazón en un silencio, por las calles de una ciudad que nunca pudieron apagarme. Me abracé a la locura para alejarme de tu recuerdo. Y creí encontrarte en cada palabra, en cada frase escrita, pero tú no estabas ahí, yo no estaba aquí. Solo quedaba la soledad de los abrazos rotos, quizás nos queden recuerdos y algún que otro verso que quemar.


Fui libre

-Grité-


Y sentí como tu vida

Se apagaba entre mis labios


Hice de mi locura la mejor condena hacia la libertad. Espero que cuando alcance mis sueños me puedas ver desde el silencio: prometo sonreír sin mirar atrás. Supongo que algún día volveremos a volar pero ahora, mi locura, mi condena, cuenta historias que tus ojos, dulce verso del triste silencio herido, supongo que nunca verán. Si soy libre es mi condena, si sueño despierto lo haré sumido en la nostalgia del silencio pero siempre junto al mar.

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