Quizás, solo quizás



Quizás, solo quizás

He apagado las flores de tu paraíso


Te escribí, una vez más, ciertas cosas no varían con el giro de la luna. Quise gritar pero estabas dormida, las cosas simplemente no iban como silenciaba. Me giré contra el sol, vi el mundo arder ante el espejo, las cosas no iban bien pero te mostré que no había razón para dejar de caminar. El tiempo pasa, y dibujo lo poco que quedaban de unas nubes que nunca quisieron traer lluvia. No había luz a este lado de la luna.


Y a pesar de todo

Nunca dejé de sonreír


No quise despertarte, el cielo aún debe girar, pero esta vez no existe viento para comenzar. Cerré la puerta de casa, no quise mirar atrás, tú sigues dormida, en tu sueño, en tu silencio. Por eso no quise gritar, por eso no quise hacer ruido, aún tienes mucho por contar. Quizás esta vez el silencio pueda escucharte. Las cosas estaban cambiando y yo tan solo quería ver el mundo arder mientras yo me difuminaba con tus versos.


Cuando queda poco

Uno comprende que seguir caminando

Lo es todo


Si despiertas verás las cenizas de mi edén, prometo plantar un nuevo sueño en cada palabra. Y que el árbol crezca, y que el silencio apague lo poco que queda de este cielo. Solo eran nubes que no traían lluvia, y yo quería ser libre. Quizás salgas a buscarme, no hay distancia que no puedas recorrer, lo escribiste en cartas que no quise leer, y abrazarme para apagar el cielo, abrir la puerta de casa y volver de nuevo al hogar…


Lo hiciste una vez

Y todo es infinito

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Y si atamos nuestros sueños



No debimos pedirle al mar

Que detuviese sus olas ante los pasos

No debimos soñar

Nunca tan cerca del mar


Miramos como la ciudad se apagaba ante los versos, y volamos, simplemente volamos, quemamos los recuerdos tras mil batallas sin voz. Nos cortaron los hilos al saltar de la muralla, caímos sin reloj, simplemente escribimos bajo las gotas de una lluvia que acariciaba el mar. No escribimos nuestros nombres, no dibujamos nuestras sonrisas. Pero fuimos libres, y bajo la eternidad, bailamos al son de nuestro propio silencio


Flotamos en un universo

Infinito y abstracto


Contamos ilusiones, escribimos cartas y las lanzamos al aire ¡que vuelen los sueños! Que ya escribiremos nuestra realidad en arena y sal. Caminamos con los pies descalzos, quizás no debimos saltar sobre los charcos de una lluvia eterna. No dejamos nuestro reflejo en la luna, quizás algunos poetas gruñan cuando duerma el sol, y nos tachen de vándalos, de locos, de soñadores, por escribir un jardín donde duermen las estrellas.


Y sin ser nuestra batalla

Abandonamos el paraíso

Para hacer el camino

Con distancias separadas

Y sueños inacabados


Nuestros sueños son de papel, no escribimos, no dijimos, no volamos. No debimos jugar tan cerca del mar, no debimos dejar que la lluvia arrastrase nuestros sueños. Dibujamos nubes en un cielo de noche infinita, y gritamos que éramos libres mientras encadenábamos nuestros versos. Rosas marchitas sobre una cama sin nombre. El aire nos llevó, al otro lado del silencio mientras caminábamos por el lado más suave de la luna.

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El sueño de nuestras murallas


Levantamos un castillo

¡Alcemos un todo!

Aquí donde no hay nada


Fueron día de sol, estábamos vivos en medio del ojo del huracán, y amanecimos sin nombre. ¿Recordáis? Hubo un tiempo donde podíamos mirar el paraíso y escribir en cada rosa, un cuento llamado vida. El sol brillaba, jugábamos con la ignorancia de los inocentes, donde no llega la voz no se apagan los sueños. Y saltamos las murallas de una gran ciudad, y quemamos los recuerdos más amargos. Le ganamos la batalla a una locura que nos iba comiendo la vida.


Los sueños en lo alto

El silencio en el pecho

¡Libres!


Y hubo silencio, y nos dibujamos como personas, borramos cualquier conato de felicidad. Solo abrimos los ojos y vimos las personas, y su crueldad. Quizás algunos nos lanzamos a la locura, corrimos, saltamos, y derribamos el muro de nuestros sueños para quedar invertidos en un proceso de cruel realidad. Los pasos se olvidaron, los sueños quedaron convertidos en cenizas, algunos, solo algunos aún seguimos caminando sobre las brasas del paraíso.


Y no perdemos la esperanza

Al no ser ciegos

De nuestra propia tierra

Y de nuestros pasos

Sobre el mundo por el que un día caminamos


Atrás, siempre atrás, pocos tienen la voz, muchos, quizás demasiados, tienen el silencio. Por eso aquellos que saltamos sobre la locura, recogeremos el polvo de las estrellas, sangre en nuestras manos, no duelen las heridas que creamos con deseo. Y vemos las ruinas de un castillo, aún observamos aquellos libros que leíamos en silencio mientras jugábamos en nuestro propio paraíso. No quede nada, solo la esperanza de no perder la locura…


Y de ser libres

En medio de la tempestad

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El silencio de última rosa gris



Has gritado

En silencio

Siempre en silencio


Se olvidaron todas las rosas en un invierno eterno, la lluvia no ha borrado los charcos en los que rompiste tu reflejo. Caminas por el lado menos visible de la vida, solo la ceguera nos hizo ver que estábamos equivocados.  Olvidaste tus alas al saltar, invierno, y el desequilibrio de las olas. Arrasaste con todo en el más absoluto de los silencios, no era tu voz la que gritaron más allá del sol. Solo eran bocetos con líneas difuminadas.


Y observas el mar

Solo quieres saltar sobre el

Romper los mil fragmentos

Que no pudiste recomponer


Quedan años en el vacío, las palabras se han transformado en silencio. Y sigues soportando los golpes, uno tras otro, sin preguntarte cuando vas a caer.  Acaricias la última rosa que quedó en tu jardín, sus pétalos son alargados, casi perfectos, la dulce calma de la soledad. Frio en la calle, arde tu silencio a cada paso, las manos en los bolsillos, ya nada que esperar. Subes a mil precipicios y cuentas las veces que quisiste saltar


Una última rosa

Solo una más

La voz no entiende de silencios


Las heridas quedarán adormecidas bajo la piel, clavarás tus propias espinas, pero en silencio, como siempre. Y una vez más caminarás por unas calles de cristales rotos que tienen nombre desconocidos. De tu sangre solo manará el silencio de una última rosa, firme, fuerte, y con mil palabras escritas para volar. Un invierno para siempre, unos pasos conocidos, que duelen, pero que escriben mil fragmentos de vida para volar.

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Vacío blanco infinito



Has dejado todo
En su desierto blanco infinito


Mi ciudad se viste de una falsa primavera, ya no quedan rosas por vender mientras jugamos a saltar al vacío. El tiempo se detiene bajo mis pies, y me hundo sobre la nieve. Quizás olvidé lo que es volar con alas. El susurro nos habló, nos dijo que en el frío de la soledad podemos ser más fuertes, y si no queda nada nadie vendrá. Quizás haya olvidado lo que es estar a este lado del vacío


Que las gotas de la lluvia

Ya no volverán

A mojar el suelo de tu ciudad


Mis manos, mis sueños, se han apagado bajo la nieve. He sentido el frío caer sobre mi mirada, ¿Cómo encender la llama de la sonrisa si duelen los sueños al caminar? Nada que sentir, nada que escribir, mucho que contar, poco por decir. Solo quedan las montañas blancas desdibujadas por una despedida. Invierno en mi ciudad, las alas ya no se mueven. Y me busqué entre la tempestad mientras borraba mis propias pisadas sobre la nieve


Y grité

Para volar sin miedo

Y quemar mi voz

En mil fragmentos

Que no quise recuperar


La tormenta no pasó, solo queda el frio, y el viento que soplará. Los sueños quedaron aletargados al lado de una hoguera sobre la que siempre había una taza de café. Y salí, y me perdí en medio de la tempestad. Y aquí, a un lado del frio, aprendo a que es volar sin alas. ¿Y mi voz? Lejos del cielo azul solo queda gritar contra la tempestad. El silencio es solo un sueño que me hace abrazar a mi cordura.


Nada queda

Bajo la nieve

De un invierno gris


-Y camino mirando las huellas que perdimos en medio de la tempestad-

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