Siempre


Y el cielo, escribe estrellas sobre el mar…

Las palabras abrazaron el viento, y yo me hice de papel, me dibujé en cada boceto, mientras a lo lejos, allí donde se abraza el silencio, tu ciudad permanecía adormecida. Estaba tan cerca, que casi creí que dormías, y cuando despertabas, yo regresaba a casa.

Y te escribía de nuevo

Y permanecía despierto

Y abraza mi propio silencio

A lo lejos, en el silencio de tu ciudad, mis palabras escribían distancia, las tuyas describían soledad. Y me hice eterno, y me hice de piedra, mientras mi corazón, se volvía de papel. Guardé mis propios bocetos, y al hacerlo, unas alas gritaron ser libres, más allá del silencio, más allá de la propia palabra. Y cuando lo hicieron, tu ciudad solo era un breve fragmento de una poesía que la propia luna escribió.


Y volamos

Y fuimos libres

Y fuimos lo que somos ahora

Silencio


Las calles de mi ciudad escriben silencios, y yo dibujo mi propio acento mientras suenan aquellas notas, de la canción de tu ciudad. Las sombras de los poetas, me dicen que sea un poco más de ello, que camine con mis pasos, mientras vuelo hacía tu universo. Las palabras de tu ciudad, son un verso no escrito, es una de esas cartas que dejé bajo tu almohada, de aquellas que el silencio quiso poner mi nombre, de esas que nos enseñaron, de esas que nos mostraron, que siempre seremos silencio, siempre libres.


Y que siempre, seremos eternos. 

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Los silencios de mi ciudad


Mi ciudad…

Crecimos junto al silencio del mar, y no quise hacerme grande mientras recorría las calles de mi ciudad. Y fui conociendo tus secretos, aquellas calles de cuentos prohibidos y de susurros a media palabra. Abrazamos las estrellas y mientras me alejaba de ti más quise escribirte, incluso lo hacía cuando cada uno de mis silencios añoraba las calles de tu, mi ciudad. Y cuando apagábamos el mar entre montañas el horizonte siempre me decía que estarías allí, donde la luna escriba mi nombre también escribirá tus palabras.

Abrazamos los silencios y ambos crecimos entre la montaña y el mar. Y te escribí una carta, y dejé todas las líneas en blanco mientras recorría aquellas calles que eran infinitas cuando yo, cuando creí poder alcanzar las estrellas, conocí los secretos de tu nombre, y los hice tan míos que ambos fuimos eternos. Quizás solo sea una ciudad, las palabras solo llevan nombres que no se escriben, pero tienen silencios que describen, y que cuentan, y que susurran, y que dicen que nuestro camino estaba junto al mar.

Aprendí de tus acentos, de esas calles que tanto adoraba, y que tanto adoro, al fin y al cabo siempre perteneceremos al universo, y aprendí  de aquellas casas que tanto decían sin decir, aquellas que dibujaban los versos más humanos del mundo cuando te ibas a dormir. Y te conocí cuando caminabas, cuando abríamos los abrazos y cerrábamos los labios. Y del mismo modo te conocí cuando acariciabas el cuerpo y susurrabas la caja de poemas.

Aquellas calles por las que soñé, aquellos senderos junto al mar. Y yo allí sentado, a los pies de la montaña, aquella que tanto abrazabas, aquella que describía los pasos, y comprender, la grandeza tanto de tu todo como el de tu propio silencio. Caminar es hacerte infinita, escribirte es hacerte eterna, y en cada uno de los acentos, aquellos monumentos, aquellos lugres que tanto te describen.

Las calles de mi ciudad son palabras, son versos al fin y al cabo, son las palabras de aquellos que caminan, de aquellos que corren, y de los que vuelan, y de los que sonríen, y de los que sueñan. Mi ciudad es un abrazo en silencio, de esos que dicen sin apenas pronunciar palabra, de esos que te cuentan aquello que no se dice. Mi ciudad es un verso escrito en el universo, uno de esos poemas que se escriben bajo estrellas, con la vida entre los sueños y los sueños que son vidas repletas de caricias.


Quizás solo sea un sueño, quizás solo sea eso, quizás solo sea mi ciudad.

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Invisibles


Invisibles…

La piel es un sendero repleto de palabras que no se dijeron, la voz es un instante eterno más allá de nuestros propios pasos. Los cuerpos no son más que poemas en blanco, líneas que vamos escribiendo, y que nos dicen, y que nos cuentan, y que ponen aquellos acentos más eternos en cada uno de nuestros silencios. Y allí donde las caricias duermen, el cuerpo se vuelve invisible, eterno.

Quizás solo sea un instante en el cielo, ¡podemos volar! Siempre pudimos hacerlo, y abrazar el cielo, y descubrir cientos de estrellas, y descubrir que el universo es un lugar infinito. Y en ese concepto, propio de una realidad escrita en cada una de las palabras, el cuerpo se vuelve invisible, siente los abrazos al igual que las caricias, y susurramos aquellas palabras que escribimos sobre nuestro cuerpo invisible.

Y comprender que somos un verso, uno de esos que se escriben en las agendas más personales, con trazos repletos de vida, y ahí, en ese instante eterno, nuestro cuerpo es el lienzo invisible donde besar cada una de las letras. Porque nuestro cuerpo no es más, que un instante en el paraíso del universo, y comprender, y abrazar, cada uno de sus silencios, que no son pocos pero son los más bellos

Somos invisibles

En el universo

Y allí

Somos eternos


Los pasos se realizan en el viento, sentimos, es algo que siempre deseamos hacer, y cuando volamos, fuimos el verso invisible, el acento más eterno. Porque al fin y al cabo, invisible es eterno, y nosotros, cada uno de los que volamos por el cielo o los que caminan por la tierra, que a la vez ambos lo somos todo, somos invisible, y del mismo modo, más allá de la palabra escrita…también somos eternos.

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