Tren



Supongo que en ocasiones va bien cerrar los ojos…

Y recordar que la vida, no es más que un viaje:

Un día metí mis manos en los bolsillos, borré el tiempo pues este no dejaba de ser más que un invento el cual siempre rechacé. Me subí a mi propio tren, el equipaje no existe, se va creando a medida que se avanza, que se descubre, que se conoce, que se quiere olvidar aunque esto no siempre sea posible. Me acomodé en mi propio compartimento, un lugar solo para mí, mi propio refugio, mi propia voz pero también mi propio silencio.

En aquel tren no iba solo, al fin al cabo en ese viaje, la soledad es tan solo un estado el cual se presenta sin avisar. Viajaba con mucha más gente, tanta que incluso mi memoria es incapaz de recordar todos los nombres. Algunas de aquellas personas, eran acciones, otras tan solo un simple número, otras se convertirían en recuerdos que se transformarían en imágenes cuando hablase mi silencio.

En aquel viaje, todos y cada uno de los pasajeros, sabíamos solo una cosa: no sabíamos nada. Solo recuerdo el día en que el me subí a aquel tren, no recuerdo si era un día nublado o de esos de páginas grises, solo sé que me subí con la luna a punto de marcharse a dormir. Y al principio todos los pasajeros, no éramos más que cuerpos sin nombre, cuerpos desconocidos. Nos dibujábamos en la mente, y lo hacíamos a nuestra manera hasta que finalmente, nos conocíamos, y en la mayoría de las ocasiones, aquellos dibujos, nada tenían que ver con la realidad.

En aquel viaje, el tiempo no existe, y la palabra eternidad, solo es un recuerdo que no queremos que marche. Un tren largo, tan largo, que nadie sabía de qué tipo era la locomotora. Y teníamos de todo, de todo lo que cada uno de nosotros quisiéramos. Algunos días te apetecía comerte el mundo, otros simplemente te apetecía agazaparte en un lado de la luna, y podías hacerlo, y podías sentirlo, podías hacer todo aquello de lo que fueras capaz.

Durante aquel viaje, el cual todavía sigo, aprendí que había que cuidar a cada uno de los pasajeros. Quizás algunos no fuesen de tu agrado, ellos mismos bajarían en la siguiente estación. Pero el resto seguiría a lo largo de aquel viaje. Pero un día incluso aquellos con los que pasabas largos momentos, bajarían de aquel tren. Era consciente de que yo también lo haría, solo somos eternos en el recuerdo. Pero mientras viajase, quería que cada uno de los pasajeros que me acompañasen, estuviesen lo mejor posible.

Y si alguien me pregunta, cuál era el destino de ese viaje, no podría responder, al fin y al cabo nadie sabe el destino cuando sube. Porque cuando bajamos para coger otro tren, llevamos el recuerdo como equipaje, y este se hace más y más grande a medida que viajamos. Pero aquella maleta, solo la abriremos cuando la voz es silencio, cuando al mirar el horizonte recordemos al resto de pasajeros.


Por eso, este viaje y este tren, tienen el mismo nombre: vida.

0 comentarios: